(27) Vírgenes negras

Atocha123027 

Todavía en el siglo XXI hay creyentes cristianos que no reparan en el color de la piel de las imágenes a las que veneran y a las que acuden por devoción, súplica o agradecimiento.  En el caso de las “Vírgenes negras” hay una historia cuyos orígenes y significado los creyentes devotos deben conocer, ya que forman parte del cristianismo primitivo, que asimiló las costumbres paganas para conseguir adeptos, aunque la Iglesia prefiere ignorar ese origen poco ortodoxo.

Existen muchos libros y artículos sobre el tema, no siempre comprendido ni bien explicado, varios de ellos en los blogs y en las  redes de internet, fáciles de encontrar. Incluso existe una revista anual de la “Sociedad de Estudios Templarios y Medievales”, de nombre Boletín del Temple, en cuyo número del año 2003 se publicó un texto titulado Los caminos de las Vírgenes negras, de Monserrat Robrenyo, que confirma que sólo en Europa hay unas 500 Vírgenes de color oscuro o simplemente negro, originales o copias. Otra estudiosa, Lourdes Gómez, en su blog particular ha publicado su opinión sobre los Misterios de las Vírgenes negras, comentando lo escrito por Emilio Carrillo, miembro destacado del “Grupo Teosófico de Sevilla”, con unos sesenta libros publicados.

No son los únicos. Hace tiempo que están impresos en España el libro de Jacques Huynen, El enigma de las Vírgenes negras (Barcelona, Plaza y Janés, 1977) y el de Ean Begg, Las Vírgenes negras. El gran misterio templario (Barcelona, Martínez Roca, 1985). Con nombres españoles pueden citarse estudiosos del tema, como  Pilar González Serrano, Jesús Calleja, Diego Sánchez y Juan Eslava Galán. Por su parte,  Jesús Abades y Sergio Cabaco nos dan noticia de  las 25 imágenes más importantes existentes en España, aunque según otras fuentes son más del doble. Así es comprensible el asombro de mi Avatar, que no entiende cómo una sola persona, por muy santa que sea, como la Virgen María, pueda responder a tantos nombres distintos y en  lugares tan lejanos. Sobre todo si es de piel negra, entre creyentes de piel blanca. Misterios de la fe ¿y caprichos de la historia?

Aunque pasan del medio centenar, algunas Vírgenes negras de las más citadas de  España están: en Madrid, Toledo, Salamanca, Palencia, Logroño, Mallorca, Santa Cruz (Tenerife), Zaragoza, Veruela, Tauste, Daroca, Tarazona y  Calatayud (Zaragoza), Fuenterrabía (San Sebastián), Ayerbe, Torreciudad y Panzano (Huesca),  Ujué, Estella y Los Arcos (Navarra), Monserrat (Barcelona), Ponferrada (León), Martinet y Solsona (Lérida), Olot, Nuria, Beget y Puigcerdá (Gerona). Chipiona (Cádiz), Andújar (Jaén), y sobre todo, Coria y Guadalupe –la más milagrosa- (Cáceres).

Cada una de ellas tiene su particular historia, que los devotos desconocen casi siempre, si no vienen respaldadas por algunas leyendas de apariciones marianas. Según el imaginario popular, la Virgen María se  apareció, antes de morir, en tres ocasiones a los españoles del siglo I. La primera para consolar al apóstol Santiago, descorazonado porque su trabajo apostólico no daba los frutos esperados. Ocurrió en Zaragoza, el día 2 de enero del año 40 d.C. a orillas del río Ebro. La Señora, que entonces tendría unos 55 años y vivía en Palestina, llegó por la noche, en medio de un coro angélico que iluminó el cielo y llenó de alegría al apóstol y sus discípulos. El mensaje fue inequívoco: la Virgen deseaba que en aquel lugar se construyera un templo en su honor, donde se diera culto a la pequeña imagen que allí dejaba, sobre una columna. Han pasado veinte siglos y la devoción a la Virgen negra del Pilar no ha hecho más que crecer, a pesar de lo inverosímil de la leyenda.

La segunda visita, también fue para alentar al decaído Santiago en tierras gallegas. El apóstol y los suyos pescaban a orillas del mar, en lo que después sería el pueblo de Muxía (La Coruña), cuando vieron desembarcar a la Virgen María de una extraña barca de piedra, rodeada de ángeles, como la vez anterior. A día de hoy miles de peregrinos visitan allí el santuario de Nuestra Señora de la Barca. La tercera vez volvió a Galicia para asistir a los funerales del apóstol en Pontevedra, donde se venera a la Virgen Peregrina. Aunque la credulidad es propia de los niños, no sorprende que los gallegos, tan seguros de la existencia de las “meigas”, crean a pies juntillas estas milagrosas “visitas” de la Madre de Dios.

Sin embargo, la partida de la cantidad de Vírgenes negras la gana Francia (en la catedral de Chartres hay dos), que tiene seis veces más que España (302), seguida de lejos por Italia (29), Alemania (20) y Bélgica (18). Con menos de diez figuran en el cómputo más fiable, otras naciones europeas (Austria, Eslovaquia, Grecia, Irlanda, Lituania, Polonia, Malta, Rumanía, Suiza y Portugal); en el continente americano (Estados Unidos, Bolivia, Brasil, Canadá, Costa Rica, Ecuador y México); en África (Argelia y Egipto); en el Oriente, próximo o lejano (Rusia, Turquía y Filipinas).

¿No es sorprendente tal difusión? ¿Quién podía sospechar de la exsistencia de tal cantidad de imágenes de Vírgenes negras? Más sorprendente puede resultar su enigmático origen, su significado religioso y su repercusión en la devoción mariana. Para ello tenemos que remontarnos a los primeros siglos del cristianismo, novedosa religión que hubo de luchar en Europa con el culto a los dioses (y diosas) paganas, extendido por todas las capas de la sociedad. El sacrificio de sus mártires fue conquistando las conciencias hasta llegar a la total sustitución de las creencias. Esta lenta expansión de la nueva religión duró casi cuatro siglos, hasta que el emperador Constantino hizo de ella la religión oficial del Imperio.

En el siglo V (431 d.C.) en Éfeso se celebró un famoso concilio en el que se aprobó el culto  a la Virgen  María, considerada desde entonces como “Madre de Dios”. Era la misma ciudad en la que la madre de Jesús había vivido sus últimos años de vida terrenal, antes de subir a los cielos (según la leyenda). El siglo V d.C. fue también testigo –vencido ya el paganismo- de la última vez que en Francia salió en procesión la diosa Cibeles y se consagró a María el antiguo templo de Isis en Soissons. No es baladí que la diosa egipcia Isis, cuyo templo principal estaba en la isla de Filae, en el Nilo, fuese de color negro, símbolo de la fertilidad de la tierra, y considerada la Diosa Madre de los egipcios, ya que su nombre, sus atributos y sus templos fueron el precedente del culto cristiano a María, venerada como “Virgen negra”.

Esta singular devoción tuvo un ilustre defensor: San Bernardo de Clairvaux, fundador de la Orden del Temple y promotor del peregrinaje a Santiago de Compostela, cuyo camino desde Francia enriqueció con albergues para los peregrinos y con encomiendas para los monjes templarios. Predicaba siempre con alabanzas a las “Vírgenes negras”, basándose en el Cantar de los cantares  (1,5) atribuido al rey Salomón, donde el amor se recrea en la belleza de la mujer negra (“Nigra sum sed formosa, filia Jerusalem”). Pero también rendía culto a María Magdalena, como hizo al predicar la primera Cruzada en Vezelay, lugar de una Virgen Negra, donde se veneraba a la Magdalena como esposa de Jesús, según la doctrina gnóstica y el Evangelio de Felipe, excluido del canon evangélico por la Iglesia ortodoxa. Se da la significativa circunstancia de que en 50 lugares franceses del culto a la Magdalena también se venera alguna Virgen negra.

Después de rechazar por sentido común el origen milagroso de estas imágenes, hay que deducir que la preferencia de los escultores medievales por el color oscuro del rostro y las manos de las Vírgenes que esculpían, sobre todo en los siglos XII y XIII, no podía ser fruto del azar, sino algo meditado (las de época románica son sedentes y las góticas están en pie). Igualmente hay que eliminar, como una explicación pueril del color, el humo de las velas, o la exposición al sol. Casi todas las tallas, de pequeño tamaño, que no excede de los 70 cm., están fabricadas de madera de ébano o cedro, de metales o minerales de color oscuro. Algunas imágenes posteriores fueron pintadas con betún

Negras eran las más conocidas diosas paganas: Isis, Cibeles, Afrodita y Démeter, con sus respectivos templos y fieles devotos. El origen de las Vírgenes negras está vinculado, por tanto, a la desaparición del paganismo, de cuyas diosas y templos  se apropió el cristianismo, cambiando el nombre, las sedes y el culto por el de la única diosa cristiana, Madre de Dios, con nombres varios, pero con el mismo color de las paganas. Sólo eran imágenes similares, con nuevos nombres, venidas de oriente.

Aunque la sustitución comenzó en el siglo V, la supresión total del paganismo duró varios siglos, hasta que los cruzados que fueron a Palestina en el siglo XII a liberar Jerusalén, con el rey francés san Luis, volvieron con algunas imágenes marianas  de color oscuro, que se difundieron rápidamente por la cristiandad. Unas originales, otras copias, que sirvieron de modelo para los tallistas europeos. Faltan muchas de ellas, destruidas por el tiempo, por las revoluciones o por los iconoclastas, pero quedan suficientes para poder estudiar esta devoción medieval, que aún perdura en múltiples lugares de la vieja Europa. Las Vírgenes negras suelen sostener en sus brazos al Niño Jesús, a semejanza de Isis, que sostenía en los suyos a su hijo Horus. La similitud es total, por lo que se considera a esta diosa egipcia el auténtico modelo de las imágenes cristianas.

Las más veneradas en España son: Nuestra Señora de Monserrat, cerca de Barcelona, a la que se considera “Patrona de los delincuentes”; Nuestra Señora de Guadalupe, en la provincia de Cáceres, cuya devoción llevaron al continente americano los españoles en el siglo XVI; Nuestra Señora de Atocha, en Madrid, a cuyo santuario han acudido todos los reyes de la nación como protectora de la Casa Real española; la Virgen de Regla, devoción marinera, en el monasterio franciscano de Chipiona (Cádiz); la Virgen de la Candelaria, en la isla de Tenerife; y Nuestra Señora del Lluch, en la isla de Mallorca. Una sola Madre de Dios, con diferentes advocaciones, que contribuyen a los sentimientos populares, que son los mismos desde el punto de vista religioso, pero  que también representan la diversidad social y política.

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