En la península ibérica hubo banderas desde la invasión musulmana, en el siglo VIII, pero no eran de carácter nacional, sino señorial o feudal, como señera de las mesnadas que defendían un teritorio, lugar o castillo propiedad de un caballero principal. Los Reyes Católicos, en el siglo XVI, consiguieron la unificación de la Hispania romana y escogieron como enseña del país la Cruz de Borgoña, roja sobre fondo blanco, vigente hasta el fin de la Casa de Austria, a comienzos del siglo XVIII.
Felipe V, primer rey español de la Casa de Borbón, tras una breve guerra civil, se instaló en Madrid en 1704, hasta su muerte en 1759, sin hacer cambios en la bandera de España. Fue su hijo Calos III quien dio el paso definitivo en 1785 para instaurar la bandera actual (roja y gualda), más llamativa que la blanca de Borgoña, para los barcos de guerra españoles en alta mar. Mediante un concurso de ideas, el Secretario de Estado de Marina, don Antonio Valdés y Fernández Bazán, presentó al monarca doce dibujos, hechos con las indicaciones pertinentes de color y diseño. Su elección fue publicada por un Real Deceto firmado en Aranjuez el 28 de mayo de 1785. Aunque aprobada para la Marina, ya en el mismo decreto se habla de la “bandera nacional”.